"John Drake también la recuerda. En los días transcurridos desde su arribo a Buenos Aires, se ha esforzado en no pensar en otra cosa. Se convence, con argumentos apasionados, para diluir el miedo, que si por algo le importa que lo saquen de allí y le envíen hacia el norte y hacia las misteriosas torturas inquisitoriales, que los predicadores de la corte inglesa describen con tal minucia, es porque tendrá que dejarla, porque ya no la volverá a ver, elástica, aceitunada, a la sombra familiar del sauce antiguo. Se revuelve como un cachorro de león en su cárcel diminuta. No quiere darse tiempo para otras memorias, ni siguiera para aquélla, fascinante, que le muestra a la Reina Isabel en el esplendor barroco de su falda rígida, titilante de joyas, y a él de hinojos, detrás de Sir Francis, oscilándole una perla en el lóbulo izquierdo, al cuello el collar de esmalte y oro macizo. La Reina les estira la mano a besar… ¡Pero no, no quiere pensar en eso, ni en los arcones abiertos, colmados hasta el tope de cálices, de incensarios, de casullas y de aguamaniles que centellean! Ni tampoco en el Támesis sereno, que fluye entre castillos, tan distinto de este río de maldición; ni evocar la estampa feliz de los perrazos de Lancashire y de los galgos esbeltos, cuando disparan entre el alegre clangor de las trompas; ni el bullicio de las riñas de gallos, con la elegancia de los gentileshombres que arrojan escarcelas de monedas sonoras; ni los duelos y el jubiloso escapar embozado, ante los faroles de la guardia; ni los jarros desbordantes de cerveza, que se alzan hacia las vigas de las hosterías, en los coros de los brindis… Nada… nada… Nada: ni pensar en las islas remotas, amodorradas bajo las palmeras y los árboles de alcanfor. Otras mujeres ha conocido, muchas otras, sumisas como esclavas entre sus brazos… Y no quiere pensar en ellas, ni en nada, ni en Sir Francis sobre todo, su verdadero rey, su auténtico dios, a quien ve, en un relámpago, con un fondo de mascarones pintados y de velámenes hermosos como cuerpos de mujer. No, no quiere… Sería terrible pensar en esas cosas y en las cosas del mañana, las que se agazapan, camino del Perú, donde le colgarán por los pulgares en una cámara subterránea y le abandonarán hasta que se pudra. Es necesario olvidarlas para no enloquecer. No hay que guardar en la mente más imagen que la de la mestiza que diariamente, cuando se insinúa la noche, acude a su apostadero, frente a la ventana. Eso sí, eso es una realidad bella y dolorosa, y lo demás son sueños."
Misteriosa Buenos Aires (1950)
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