domingo, 7 de octubre de 2012

Bóvedas de Acero

Fan Art de jrmalone en deviantart

"En los niveles más altos de algunas de las subsecciones más prósperas de la Ciudad se encuentran los solariums naturales, donde una pared de cuarzo con un escudo móvil de metal impide la entrada de aire pero permite la de la luz solar. Allí, las mujeres y las hijas de los altos administradores y ejecutivos de la Ciudad acuden a broncearse. Allí, algo único sucede cada tarde: ¡Cae la noche!

En resto de la Ciudad (incluyendo los solariums UV, donde millones de personas, en una estricta secuencia de horarios asignados, pueden en raras ocasiones exponerse a las longitudes de onda artificiales de las luces de arco) sólo existen los ciclos arbitrarios de las horas.

El funcionamiento de la ciudad podría continuar fácilmente con tres turnos de ocho horas o cuatro de seis, tanto de «día» como de «noche». La luz y el trabajo podrían continuar indefinidamente. Siempre hay reformistas cívicos que sugieren periódicamente cosas así en interés de la economía y la eficiencia.

La idea nunca es aceptada.

Muchas de las antiguas costumbres de la sociedad terrícola han sido abandonadas en interés de esas mismas economía y eficiencia: el espacio, la privacidad, incluso buena parte del libre albedrío. Sin embargo, son productos de la civilización, y no tienen más que diez mil años de antigüedad.

El ajuste del sueño a la noche, sin embargo, es tan viejo como el hombre: un millón de años. La costumbre no es fácil de abandonar. Aunque la noche no se puede ver, las luces de los apartamentos se van apagando mientras se suceden las horas de oscuridad y el pulso de la Ciudad se ralentiza. Aunque nadie pueda distinguir el mediodía de la medianoche mediante ningún fenómeno cósmico en las avenidas cubiertas de la Ciudad, la humanidad sigue las divisiones mudas de la manecilla de las horas.

La autopista se vacía, el ruido de la vida decrece, la multitud siempre en marcha entre los callejones colosales se disuelve; la Ciudad de Nueva York yace bajo la sombra imperceptible de la Tierra, y su población duerme."

Bóvedas de Acero (1954)

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